Corría en sentido incierto, intentando huir de la sombra que me perseguía y que estaba fuertemente cosida a mis pies. ¿De verdad pretendía huir de mí misma? El viento me abofeteaba y tiraba de mi pelo para que parara de una vez, pero mis piernas, empeñadas en dirigirse a aquel lugar en el que poder descansar sin temores gritando en mi cabeza, no parecían rendirse. Estar sola era demasiada compañía. Conllevaba a hablar conmigo. Quisiera o no. Y eso significaba salir perdiendo.
Corrí hasta encontrar el ruido, y me perdí entre escaparates de una pieza en los que me veía rota, y entre caras desconocidas que chocaban contra mí, persiguiendo a la prisa en sentido contrario al que yo intentaba dirigirme. Las luces de la ciudad se mezclaban y no me dejaban ver más allá del miedo. Y la ansiedad aumentaba, y mi aliento quería gritar, pero se conformó con convertirse en un leve suspiro envasado al vacío que nadie logró oír.
Y paré. Cerré los ojos, y me dejé llevar por cada empujón creyendo que así encontraría una salida.
Entoncés ocurrió. Una mano me agarró y me obligó a girar entre la gente.
Eras tú,
rescatándome. |
Me gusta tu forma de escribir :)
ResponderEliminarMe quedo por aquí ;)
Oh, muchas gracias :D
ResponderEliminar¡Bienvenida entonces!