Se oye chatarra. Cada vez que me muevo.
Demasiadas cosas dentro que al final se quedan en nada, evaporadas. ¿Y cuando me tocan? Cuando me tocan, yemas huyen del frío que desprendo y prefieren alejarse. Del eco que suena al chocar conmigo, y de mí.
Como un autómata que parece no sentir, parece no llorar. Parece no padecer.
Me pinto los labios de un rojo fuerte que contrasta con el gris seco de mi burbuja. Desgastada, como yo.
Y me siento en este banco de este parque en el que creo haber sido muy feliz y, sin mucho empeño, invito a mi aliento a salir en forma de vaho. Pero se estanca en la garganta y prefiere acompañarme otro rato más mientras cierro los ojos para oír la cercanía del viento, que se cuela ahora en mi pelo para acariciarme. Acompañarme.
Y yo qué puedo hacer, si siempre he dicho que prefiero el frío, y ahora me abraza más que nunca para que nada escueza, ni si quiera mi manía de complicarlo todo.
Y parece que se vive mejor así.
Y yo qué puedo hacer, si cada vez que me muevo, se oye chatarra. |
Pude llegar a sentir ese frío a altas horas de la madrugada. Tú entrada que más me ha identificado hasta ahora.
ResponderEliminarNo sé si es bueno que te sientas identificado precisamente en esta, la verdad.
EliminarAún así, ya lo he dicho, a veces siendo así se vive bastante bien...
Me gusta mucho saber que sigues viniendo por aquí.
:)
¿Desgastada por qué? No me creo que desprendas frío, pero peor para quien prefiera alejarse en lugar de encontrar el modo de encender una hoguera, ¿no te parece?
ResponderEliminarNo sabría decirte, así me he sentido estos días.
Eliminar¿Pues sabes qué? Que tienes toda la razón. Allá el que se lo pierda ;)