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lunes, 25 de febrero de 2013

El malo del cuento.

En la vida real hay malos, aunque no se trate de un cuento. A veces, los malos son los días, que hacen del protagonista un ser débil y nada envidiable. De lo más frágil. Días tontos y largos que se convierten en semanas tontas y raras. Como la que acaba de pasar, en la que un paseo sola conmigo misma debajo de la lluvia apetece más que planes pomposos con amigos. Dicen que el truco está en sonreír aunque no salga, pero a veces es realmente difícil.
Soy una persona inestable. Que necesita algo que se empeña en negar. Que a veces quiere cosas que otras veces no imagina que echaría de menos. Hablo de soledad. De la necesidad que he tenido estos días de ella. Hibernar en mi edredón para terminar por echar(te) de menos.
Y dicen que de cada circunstancia has de sacar algo que te haga aprender, y yo aprendí que soy dependiente. Que por mucha soledad que quiera, siempre hay un momento en el que necesito que, estando dormido, me abraces por inercia. Como esa noche en la que noté que algo se accionó.
Que dependo de palabras bien dichas y silencios mal callados.  De un abrazo en especial.
De ti, al fin y al cabo.
                     
 
Y yo creo que tus besos siguen teniendo el mismo sabor a ganas de aquel veinticinco. O, al menos, eso espero.

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