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domingo, 13 de marzo de 2011

Cogí la gabardina negra que colgaba de la percha, me até la bufanda alrededor del cuello y me recogí el pelo en un moño mal hecho. Al abrir la puerta del portal me cegó la luz del exterior .Mis ojos, cansados e hinchados , se cerraron con fuerza por el dolor que me provocaba la claridad. Cogí las gafas de sol que guardaba en el bolsillo de la chaqueta y me las puse. Alomejor no era una buena idea salir a la calle sin tener un destino fijo. Parecía que mis piernas habían olvidado cómo tenían que moverse para andar. ¿De verdad había estado tanto tiempo encerrada en casa? El ruido de los coches me resultaba más ensordecedor que nunca y el olor del asfalto me provocaba más dolor de cabeza que de costumbre. Andaba perdida, como un turista que acababa de llegar a un país desconocido. Me quedaba embobada mirando el suelo de la acera. Algunos tenían círculos, otros rayas horizontales. Otros,en cambio, tenían una superficie lisa para que las bicicletas pudiesen pasar sin problemas. Atontada ,jugaba a pisar únicamente las líneas blancas cuando cruzaba por el paso de cebra. Ya no recordaba el sonido que una pelota hacía al rebotar contra la pared. Tampoco me acordaba de lo brillante que era la luz del semáforo. Mientras intentaba ir por la misma línea de baldosas sin salirme, alcé la vista y me topé con Javi. Estaba muy cambiado. La última vez que le vi el pelo le llegaba por los hombros. Ahora lo tenía muy corto,y había usado gomina para ponérselo de punta. El saludo que nos dimos fue un frío"hola" sin detener nuestros pasos. Llevaba meses sin salir a la calle por el miedo a encontrármelo. Mi habitación era mi guarida y no salía de allí más que para ir al baño. Realmente me afectó perderle y  no creía superarlo jamás. Pero después de cientos de días encerrada en mi cuarto llorando y dándole la espalda a la vida ,decidí salir a que me diera el aire y justo en el mismo momento y en el mismo lugar ,allí estaba él. Mis pies pararon en seco. Mi mano se levantó sin permiso y quitó la coleta que me sujetaba el pelo. Eran claras señales de que tenía que superarlo y vivir la vida como nunca lo había hecho. Sacudí mi pelo,dejándolo alborotado,desabroché un par de botones de mi chaqueta y me pinté los labios frente al retrovisor del coche más cercano. Y sin más,comencé a correr para soltar adrenalina hasta llegar a un parque en el que,en pleno diciembre,me tumbé en el césped con una sonrisa que aún no se me ha quitado.

2 comentarios:

  1. Me encanta tu entrada :D
    Me he metido totalmente en esa ciudad... es triste empezar desde cero, pero aveces es necesario.
    Tus demás textos también son muy bonitos!!
    sigue así! (L)
    Besos,
    María.

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  2. Muchas gracias María :D me alegro de que te haya gustado. Un saludo y gracias por leerme !

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