Escribías (a)cerca de la Luna. Ella leía, atenta, guardando sensaciones en sus ojos.
Creía esconder cada letra dentro de ella evitando que te dieras cuenta de lo que provocabas.
Creía haber perdido toda su luz, eclipsada por un pasado escaso de brillo.
La mirabas cada noche antes de dormir y no te dabas cuenta de que ella, lejos pero muy cerca, te miraba durante las horas en las que tú coleccionabas sueños en una burbuja frágil. Se colaba entre persianas, se apoyaba en tu almohada y se posaba sobre ti para arroparte con su poco brillo.
Y así, día tras noche, cuando creías que ella se alejaba y no te observaba, empezó a notar cómo su luz se encendía, cómo sus ojos reflejaban cada una de las letras que había escondido y que se iban convirtiendo en estrellas que irradiaban cada noche destellos de sonrisas.
Y tú, nada más dormirse el sol, notabas el calor de sus sonrojos y cómo usaba a las nubes para tapar su timidez.
Y las apartabas de un soplido.
Y te enamorabas de sus mejillas encendidas.
Era bonito aprender de ti que la Luna puede estar más cerca de lo que dicen algunos expertos. Nada de kilómetros. Sólo kilosdebesos y mucha magia.
Y tú creyendo que era ella quien te hacía pequeño, cuando eres tú quien puede cogerla con sólo dos dedos...
Y tú, ahora sabiendo, que la Luna está enamorada de tu luz.
Y es que no ha habido un día malo desde entonces, ni una noche buena sin ti. |
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