No creía en la suerte. No creía que existiera y mucho menos en sus segundas oportunidades.
Creía más en las casualidades; que todo te vaya bien y te sientas afortunada en un momento concreto no tenía que ver con pedir un deseo tras soplar una pestaña, una vela, o apretar con fuerza un amuleto.
Yo me sentía afortunada por ti, por poder soplar tus pestañas, por dejarme ver cómo apagas tus veintiuna velas, por apretarte con fuerza en un abrazo como a un amuleto.
Tú conoces mis miedos y mis complejos, y no sólo has hecho que pierdan importancia, sino que has puesto todo tu empeño para que se conviertan en datos graciosos, en una bonita muestra de eso que repites tanto: "no hay otra como tú."
Tú conoces mis miedos y mis complejos, y no sólo has hecho que pierdan importancia, sino que has puesto todo tu empeño para que se conviertan en datos graciosos, en una bonita muestra de eso que repites tanto: "no hay otra como tú."
Pensaba que la suerte no existía...
... y ahora sé que tiene tu nombre. |
Sí que existe, burbuja, un beso.
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