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domingo, 21 de abril de 2013

Tiempo

Allí estaba el tiempo, esperándome sentado en un banco descolorido mirando el reloj sin pestañear.
Y, aunque me disculpé antes de que hablara, no pude evitar su firme amenaza: "que sea la última vez".
Fue una de esas tardes extrañas en las que sientes que el reloj va más rápido de lo normal por culpa gracias a sus consejos. De esas veces en las que miras fijamente a la boca creyendo que las palabras dejarán de ser algo abstracto y te autoconvences de que las has visto salir y mezclarse en el aire.
Me enseñó a creer que sólo era un invento para ignorantes y cobardes que se escudan en calendarios. Que no existe ni pasado, ni futuro, y mucho menos el síndrome de Diógenes de uno, ni las prisas del otro. Sólo un presente. Más o menos cercano.
Me hizo ver que un día no tiene por qué acabar después de las 23:59, preguntarme en qué momento un atardecer pasa a llamarse anochecer.
Y, en un descuido, me arrancó el reloj de la muñeca al ritmo de un sonoro ''que no te atrape''.
Dejándome bien claro que nunca es demasiado tarde, porque el tiempo sólo es un invento para ignorantes y cobardes.
Y yo ya no lo soy.


"Lejos del 'tic tac' y su chantaje." - Sharif.





2 comentarios:

  1. Cuanta razón. Pienso igual del tiempo. Pienso que nunca es tarde, pienso que solo es excusa para cobardes. Pero tan pocos piensan así. Grande!

    Un beso!

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    Respuestas
    1. Pues ya hay alguien que piensa igual que tú :))
      Muchas gracias, enorme.
      ¡Mwá!

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