Aun
recuerdo cada 'espero que algún día sea el momento' que repetiste, y que, a
medida que pasaba el tiempo, veía menos posible.
No me
preguntes por qué. Simplemente creí que se estancaría en un ojalá más carente
de la suficiente importancia como para intentarlo.
Pero
llegó. Llegaste.
Ofreciéndome
todo lo que puedes dar sin decir absolutamente nada. Compartiendo tu tiempo,
tus sábanas, tus fotos de pequeño, y hasta tus amistades conmigo, sin pedirme
nada más que sonrisas que salen sin ningún esfuerzo.
Miraba
callada cómo te divertías con los tuyos. Cómo eras en tu entorno. Y cómo
aprovechabas mis mínimos descuidos para aparecer frente a mí y regalarme el más
protector de los abrazos.
Y, así,
despertaste algo nuevo. Muy lejos de aquella sensación de inferioridad que él
me escupía, de mantenerme oculta de algo o alguien, de avergonzarse de mí.
Lejísimos.
Me
cuidaste, te preocupaste, fui especial durante unas horas, y, lo más
importante, contaste conmigo en todo momento.
Tú, el
único que ha sabido verme y no hace ni caso a mis complejos. Al único al que le gusto más sin peinar y me recuerda lo orgullosa que me siento de mí por encontrarte.
El único abrazo que me calma.
Y al despertar miré tu mueca.
-A ver, ¿y ahora de qué te estás riendo?
-No me río, simplemente sonrío.
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Porque te veía cuando parecías haberte vuelto invisible..
ResponderEliminarCreo haber experimentado algo así en más de una ocasión...y lo necesario que se vuelve que otros cuiden de nosotros :)
No lo podrías haber dicho mejor.
EliminarMe ha sabido ver desde el principio, y eso nunca lo ha hecho nadie.
¡Pues espero que te cuiden mucho!
Un abrazo :)