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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Siete.




Colocaste el cartel de CERRADO en la puerta para que el tiempo no nos molestase y te clavaste frente a mí sin decir nada. Sólo me sonreías, desabrochando con la mirada cada botón de mi camisa y comiéndome a besos sin tocarme.
El edredón esperaba a que cayéramos y le arropáramos entre los dos en una tarde-noche de diciembre.
Yo quieta. Tú jugando a descubrir rincones ocultos, encontrando en cada uno más ganas escondidas de ti. Y desafiabas a mis miedos mordiéndoles en mi cuello hasta que desapareciesen, regalándome la confianza que nunca había logrado tener. Me quitaste la vergüenza y los pantalones, y te soldaste a mí con besos sin quejarte de los arañazos de tu espalda.
Y aún hoy siento tus piernas enredándose para que no me escape de la misma cama en la que me aprendí cada lunar de tu cara mientras dormías. Donde te desayuné con la mirada. Donde hicimos que la almohada riera a carcajadas al vernos hacer guerras sin más armas que las cosquillas.
Y hoy, te propongo un juego.
De lunar a lunar, y te beso porque me toca.
Me encanta saborearte.

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