Ella sentía con los ojos cerrados cómo el sol calentaba lo poco que quedaba de la sonrisa del verano, cómo los rayos se colaban en su piel con timidez e inyectaban una dosis de energía necesaria. Miraba las pocas nubes que al atardecer se volvían del mismo tono rojizo que el de su cara, y recordaba cómo el sol coloreaba sus mejillas rosadas meses atrás y ella lo aprovechaba para esconder su rubor con cada mirada encontrada. Olía a verano en pleno mes de marzo. Escuchaba a los grillos que cada noche les cantaban y que vieron cómo los dos aprendieron a necesitarse. Y ella, sentada en el mismo sitio, tomando el mismo sol, recordaba cómo esos locos enamorados no eran conscientes del mundo exterior
¿Sabes que dos locos enamorados pueden encontrarse en cualquier momento? Busca al siguiente, que seguro que él ya está como loco esperando que des con él y le cuentes estas cosas. El sol, la sonrisa de verano y las mejillas rosadas serán incluso mejores que las de este recuerdo.
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ResponderEliminarTengo muchas ganas de que el frío me deje en paz. Quiero volver a las mejillas sonrojadas, aunque no sean por rubor, pero el verano me da la energía que me falta desde noviembre.
Muchas gracias, Juan.
¡Un abrazo muy grande!
Se está acercando la primavera. Este sol nos revitaliza, pero para esos dos enamorados nunca llegará el invierno... Mua
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ResponderEliminarCada vez más sol...me gusta que las nubes se alejen.
¡Mua!