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miércoles, 6 de julio de 2011

Enfundada con el pijama que me ha hecho compañía durante todo el día. He buscado debajo de la cama. Dentro del armario. Incluso entre los libros llenos de polvo que están colocados  descolocados en la estantería de mi habitación. Y no la encontraba. He hecho un interrogatorio a cada uno de mis peluches, alumbrando violentamente sus caras inofensivas con el flexo, apuntando a sus ojos de plástico. Pero no sabían nada. Y vacié los cajones , las cajitas y todo lo que pudiese esconderla. Pero no estaba. Cogí los pantalones que dejé ayer encima de la silla, colocados en el respaldo, y rebusqué entre los bolsillos. Delanteros y traseros. Dí la vuelta a la tela, y cayeron monedas de muy poco valor, un botón alejado de su hogar y dos caramelos de menta. Metí uno en mi boca y seguí con otro bolsillo. Esta vez encontré un pañuelo usado únicamente para limpiarme las gafas y sí, ahí estaba. Mi sonrisa ,metida en el bolsillo. Huyendo de mí. Con ganas de jugar al escondite dejándome a mí sin ganas de nada. Y me ha sonreído,sabiendo que su verdadero sitio es mi boca incluso los días en los que el tedio puede conmigo. Como hoy.

2 comentarios:

  1. ¿Y puedo preguntar por los motivos de ese tedio...? Si tenías que estar comiéndote el mundo... Con la sonrisa siempre puesta, desde luego...

    (y a pesar de esa sensación tristona, me ha gustado esta entrada, ¿eh...?)

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  2. Pues la verdad es que a mí también me gustaría saber las razones de ese tedio...Supongo que es uno de esos días en los que la desgana puede con la gana...o incluso a veces más de un día y más de dos.
    Muchas gracias por volver, Juan. :)
    ¡Un beso!

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