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miércoles, 18 de mayo de 2011

Con los nervios acompañándome hasta el último momento, entre mirillas que parecían espiarme y felpudos que no paraban de darme la bienvenida, mi dedo,con un rápido movimiento,decidió pulsar el timbre de una de las puertas. Nadie abría. Sentí cómo alguien miraba mi cara distorsionada por el cristalito tras la puerta. Seguían sin abrir.
-¿Contraseña?-bromeaban.
- Soy yo.
-¿Contraseña? -insisten.
-Mmmm...¿felpudo?
Entonces la puerta se abrió dejándome ver su sonrisa. Felpudo. Buena contraseña...
Me invitó a que pasara y antes de cruzar medio pasillo cogió mi mano y me paró. Me tapó los ojos con sus manos y fuimos avanzando por la casa hasta llegar a su habitación. Lo que vi me impactó. Había construído una especie de refugio con mantas,cojines y alguna que otra pinza para sujetarlo todo. Cuando éramos pequeños vivíamos puerta con puerta. De vez en cuando él venía a mi casa y otros días iba yo a la suya. Nos construíamos refugios y dentro metíamos la televisión o algún juego que nos entretuviera. Era nuestro pequeño mundo. Sólo existíamos los dos. Dos buenos amigos.
Me cogió la mano y nos metimos dentro con cuidado de no derribar ninguna pared de cojín . Había una lamparita en el centro y una pizza para compartir. Cena romántica improvisada.
Allí pasamos la noche,entre juguetes de nuestra infancia. En nuestro pequeño mundo. Sólo existíamos los dos. Dos mitades , acariciándonos con una mano y sujetando las almohadas con la otra por peligro de derrumbe.

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