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domingo, 3 de agosto de 2014

Para I.

Es egoísta esconder que existe alguien como tú. La gente debe saberlo. Saber que la distancia en el tiempo es algo relativo y que no siempre un calendario tachado dictamina que es demasiado tarde para descubrir.
Y nosotros nos descubrimos, como esos hallazgos dignos de ser estudiados en los libros de historia. Tú, claro, digno de salir en la portada. De ser la pregunta más valorada del examen. Obligatorio aprender que aun sin conocerme, me cogías siendo un bebé y me aliviabas diciendo: tranquila, dentro de unos años nos consolaremos el uno al otro a través de bolígrafos y abrazos. Y aun sin saber cómo era mi cara, me recogías de las caídas y soplabas en la herida para que no doliera. Me guiñabas el ojo cuando nos cruzábamos sin vernos. Me arropabas por las noches para protegerme del frío y de los malos sueños hasta que tú mismo pudieras espantarlos de cerca. Y, aun sin oir mi voz, escuchabas cuánto te echaba de menos sin ni si quiera conocerte.

Y mira hora, segura de que las matrículas de honor te envidian.

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