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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Setenta.

No quería irme. No quería que el reloj jugara conmigo. No quería que el segundero contara la cantidad de sonrisas que te dedicaba y tampoco quería dejar de oírte. Lo que empezaba con no muy buen pie resultó ser una de las tardes más bonitas de mi vida. En la que incluso el frío se ponía de mi parte para no dejar de arroparme con tus brazos. En la que mis manos frías se escondían aliviadas entre las tuyas. En la que el sol se iba con rapidez para dejar paso a la luz de la farola que nos alumbraba tímidamente. En la que vi brillar tus ojos como nunca antes lo habían hecho y en la que no había contador que fuera capaz de saber cuántos besos cariñosos llegaste a darme. Y cuando llega la hora de irse me queda el consuelo de que pasaré toda una noche con las manos cerca de mi nariz para olerte incluso en sueños. 
Me encanta oler a ti.

4 comentarios:

  1. Sigue disfrutando de esa fragancia entre tus manos. Sigue disfrutando con él!

    Un beso!

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  2. :D ¡espero hacerlo durante mucho mucho tiempo!
    Muchas gracias por comentar,siempre :)
    Otro beso,¡muy grande!

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  3. Guao! me encanta la entrada!
    Hacía tiempo que no pasaba por aquí, me alegro de que sigas igual de original ;)
    besos!

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  4. ¡María! muchas gracias por comentar :) ¡me alegra volver a verte por aquí!
    ¡Un beso!

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