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viernes, 28 de octubre de 2011

Sesentaycinco.


Gracias por quererme.

Escupo al silencio en una aburrida tarde de viernes en la que arropo a mi cama e improviso un cuento para que duerma plácidamente la siesta. Espero hasta que empiecen a flotar por mi habitación bocadillos de cómic rellenos de Zzz simulando ronquidos, y, entonces, me dispondré a escribir cosas sin sentido frente a una pantalla de ordenador que me mira con desprecio, esperando a poder presumir de un texto admirable que no va a llegar. Miro a la ventana que me muestra un suave reflejo de mí misma y puedo comprobar que una sonrisa muy leve dibuja mi cara. Y entonces, me da por recordar que en una tarde como esta hace un año aproximadamente, mi reflejo podía tener de todo menos una sonrisa. Y me da por pensar que aunque esto no esté siendo como esperaba, haces que mi sonrisa salga siempre para dedicártela aunque no me veas. Que por mucho que me pueda quejar nunca he estado tan bien. Y que tiene que pasar mucho para que me rinda, y mi sonrisa conmigo. Porque la ilusión nunca me ha abrazado tanto y mis dientes nunca han tenido tantas ganas de ver la luz.

2 comentarios:

  1. Que no se apague esa sonrisa nunca, pase lo que pase. ^^

    No te rindas si es lo que quieres, lucha; tú misma conoces tus límites pero que nadie los traspase.

    Un beso!!!

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  2. :D Me merece la pena luchar esta vez,sí.
    Muchas gracias por comentar, Imaginativa, me encanta leerte siempre.
    ¡Otro grande!

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