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domingo, 19 de junio de 2011

En una tarde calurosa en la que los planes se han ido corriendo con maleta incluida, he puesto música y me he tumbado en la alfombra de mi habitación con los brazos extendidos en el suelo y las piernas encima de la cama.  Notaba cómo a medida que pasaban los minutos los dedos de los pies se dormían aunque el sol les alumbrara desde la ventana. Un besito de buenas noches a cada uno y dulces sueños. Mis ojos,mientras tanto, miraban cada gota de pintura que decora el techo, y después se cerraron para dejarme imaginar. De repente estaba tumbada sobre la línea discontinua de una carretera solitaria. Ni un coche. Ni un ruido. Con los brazos extendidos y el sol abofeteándome la cara. Decenas de hormigas trepaban por mis extremidades y mi relajación aumentaba por momentos al escuchar el sonidito de los grillos. Pretendían decirme algo. Querían avisarme de que un coche se acercaba a toda velocidad y yo ,pasmada,seguía tranquila analizando la señal de tráfico que tenía a mi derecha. No lograba ver qué señal era. Estaba repleta de mosquitos estampados que chocaron contra lo que era un posible stop. Los grillos seguían gritando. El coche cada vez estaba más cerca. Mi pelo se movía violentamente por el viento que provocaban las ruedas. Cada vez más cerca. Casi en mi cabeza....Y desperté, en mi alfombra ,sintiendo las hormigas en mis dedos de los pies ,sin movilidad en las piernas y toda la sangre de mi cuerpo repartida en la mitad superior .

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