Seguidores

lunes, 3 de enero de 2011

Pedruscos .

Desde que le conocí,a mediados,casi finales del año dos mil ocho,ha puesto una piedrecita pequeña en cada suelo que he pisado,tan pequeña que ha ido pasando desapercibida ante mis ojos.Yo andaba tranquila,pero esa piedrecita,por muy pequeña e insignificante que pareciese hacía que una vez tras otra tropezase y cayera irremediablemente al suelo.Parecía que cada vez que él aparecía escondía hábilmente la piedra,asegurándose de que yo chocara contra ella pisara por donde pisara.Esta última ha sido de un tamaño considerablemente mayor.Justo en el momento en el que la piedra chocó contra mi zapato y yo salté por los aires creí que estaba volando.Volando de verdad,porque veía que no tenía los pies en el suelo (cierto,no los tenía,pero en ese sentido no me daba cuenta).Veía que mi cuerpo flotaba,que tú me hacías volar con tus estúpidas miradas que me volvían loca.No me dio tiempo a asumir que no estaba volando.Cuando me quise dar cuenta me veía cayendo para muy rápidamente ver mi cara estampada contra el duro suelo.El golpe y los rasguños me hicieron llorar.Como una niña pequeña.Las lágrimas parecían no querer parar de salir hasta no tener tu consuelo.Ahora estoy andando,barriendo cada rincón por el que paso para evitar tropezarme de nuevo con tus piedras.Ya no más.

1 comentario:

  1. De cada caída se aprende. Pero te levantaste y eso es lo que importa ¿no?

    ResponderEliminar

Pompas